lunes, 18 de octubre de 2010

LA TERNURA DE UN PADRE

Hola, como andan?

Espero que bien, estoy de muy buen humor en la noche de hoy… me estoy dando cuenta que estoy en una etapa en la que estoy asimilando conocimientos, enseñanzas, experiencias y demases.

Hoy tuve que reinstalar otra vez el Windows de mi ordenador y van …. En fin, perdí la cuenta. Así que me lo tomé con calma, puse instalar… agarre mi reproductor de mp3, un libro y partí hacia Recoleta, mi lugar en Buenos Aires, lleno de museos y plazas con músicos y espectáculos callejeros.

Disfrute de un día como hacia mucho no lo hacia, soleado, con una brisa agradable, sentado en la plaza, escuchando música, viendo los shows y leyendo de a poco.

A la vuelta en colectivo me quede viendo una escena que incluía un padre y sus hijos, eran 3 chicos de edades que iban desde los 9 hasta los 12, y una nena de unos 4 o 5 años. Llego un momento del viaje que desocuparon varios asientos, todos cercanos entre si, el padre fue el ultimo en sentarse (por decisión propia, ya que los hacia entrar a cada uno), y delante de el se sentó la hijita.

En un momento la niña se queda dormida y se empezó a caer de costado, el padre la atajó de golpe… y siguió unos 5 o 10 minutos teniéndola con su brazo. No la reto, ni la zarandeó para obligarla a que se quede despierta... de hecho la dejó dormir.

Me parecieron que esos dos pequeños actos de sacrificio eran una muestra de amor, me imaginé que seguramente es un excelente padre, ya que al momento de bajar todos lo hicieron de buena gana, sin griteríos ni berrinches típicos de esa edad.

Como les decía, estaba leyendo mientras veía estas escenas, a mi me gusta escuchar música tranquila, dentro de lo posible clásica o en algún idioma que no sea el español, es la única forma que puedo concentrarme. En este caso estaba escuchando a Carla Bruni, canta en francés… da mucha paz. Aquí les dejo la canción mas conocida de ella es QUELQU'UN M'A DIT, les dejo el link con los subtítulos: http://www.youtube.com/watch?v=WG0KI_ttkb0&feature=fvst

Lo que estaba leyendo era una historia que se llama Papá olvida, cuyo autor es W. Livingston Larned. Mientras la iba leyendo se me iban anudando las cuerdas vocales, sentía un nudo en la garganta. Es una relato muy lindo, que todos los que son padres (y los que queremos serlo algún día) deberían leer… mientras lo Leia veía el contraste con la escena del colectivo, se ve que el señor este lo leyó algún día, o tiene el instinto de un padre excelente.

Quisiera compartir con ustedes este texto que hice mención, pongan la canción que les deje de fondo, imagínense en el colectivo viendo al padre con sus pequeños, y tal vez me comprendan… que lo disfruten:

PAPÁ OLVIDA,

Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida.

He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una hola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama.

Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo.

Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo.

Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado.

Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con la mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: “¡Adiós, papito!” y yo fruncí el entrecejo y te respondí: “¡Ten erguidos los hombros!”

Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí.

Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso.

¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta.

“¿Qué quieres ahora?”, te dije bruscamente.

Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agostar.

Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera.

Bien, hijo: poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre?

La costumbre de encontrar defectos, de reprender; ésta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros.

Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas.

Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza.

Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto.

Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: “No es más que un niño, un niño pequeñito”.

Temo haberte imaginado hombre.

Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro.

He pedido demasiado, demasiado…

W. Livingston Larned


NAPOLEON ENAMORADO, A SUS ÓRDENES.

No hay comentarios:

Publicar un comentario